Sin oficio ni beneficio

Tres minutos de vuestro tiempo por cada cuatrocientas palabras mías. Esas fueron las cuentas que echamos el año pasado. Y ahí se quedó la cosa. Pero lo que se tarda en leer una entrada tipo en este blog no tiene nada que ver con el tiempo necesario para escribirla. De eso no hablamos aquella vez. Vamos a ello ahora.

Nunca fui el más listo de la clase precisamente, y ordenar las frases que van dando cuerpo a cada entrada de malviviendodelpoker me exige un rato largo -entiéndase por rato largo un par de horas de media-. Tengo claro que atreverme con la literatura me conduciría inexorablemente al ridículo y además me eternizaría, así que escribo sin pretensiones, nada de arte. Trato simplemente de colocar las palabras en su sitio, de manera que el texto final sea inteligible y su lectura no abochorne a familiares y amigos -ya sé que a mi edad me debería importar un bledo el que dirán, sin embargo lo cierto es que despertar vergüenza ajena en la gente cercana sigue dándome pavor-. 

Este es el post número 616 del blog. Capicúa. Si multiplicáis por dos tendréis las horas invertidas en el blog y si lo dividís por ocho el equivalente a jornadas. Ya hago yo la cuenta por vosotros: 154. Eso serían unos siete meses de curro trabajados por la cara. Puede parecer mucho pero os aseguro que el tiempo empleado en redactar es en realidad el chocolate del loro si se compara con el consumo de energía que implica vivir para tener algo que contar.

Estos ocho años largos podría haberlos invertido en la Facultad de Derecho en lugar de navegando a la deriva, y a lo mejor ahora tendríais delante a un flamante licenciado y esforzado opositor. Puestos a especular quizá estaríais frente al honorable juez Gobo. Aunque su señoría no se llamaría Gobo, ciertamente. Y tampoco escribiría un blog. En realidad en esa hipotética línea temporal alternativa ni siquiera nos habríamos llegado a conocer y simplemente esto no estaría pasando.

Esas son unas vidas -a las estandarizadas me refiero- que ya no viviré porque viajar y jugar al poker son incompatibles con la normalidad. Vivir para contarla que decía García Márquez a cambio de no saber si vas a llegar a fin de mes. No tengo noticias de eruditos en derecho metidos a influencers ni de opositores blogueros, pero si existen intuyo que deben aburrir a las ovejas. Las aventuras y desventuras de la gente sin oficio ni beneficio, como por ejemplo los tahúres nómadas, son mucho más divertidas de leer. O eso quiero pensar.

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