Compañeras de oficina

Todavía recuerdo cuando los de la SEO instalaron la primera webcam en un nido de cernícalo primilla en Madrigal de las Altas Torres, localidad de Villar de Matacabras para más señas. Aquello fue una revolución, nos tenía a todos los de la oficina entretenidos viendo las idas y venidas de los padres con saltamontes, topillos y demás bichejos para su prole. Acabaron siendo parte de la familia, hasta les pusimos nombre a los pollitos. He olvidado el año del ornitológico evento pero debió de ser hace mucho porque en aquella época Internet aún iba a trompicones.

Las primaveras fueron pasando y yo me quedé sin oficina y sin compañeros, y andando el tiempo perdí también los horarios laborales de la gente normal. Con esos antecedentes entenderéis cómo un oficinista amante de los cernícalos se acabó convirtiendo en un jugador de poker rodeado de lechuzas. Las rapaces nocturnas lucen ese aire siniestro que también tenemos los tahúres y que nadie más tiene. Dios nos cría y… molamos más, definitivamente.

Ahí están, en el pantallazo las podéis ver, son mis nuevas compañeras: mamá lechuza entrando en casa con un ratón, y en primer plano, de espaldas, el hermano mayor, que como todos los hermanos mayores es bastante abusón. Sesteamos por la tarde en familia y por la noche pasamos todos juntos a la acción. No podía haber encontrado mejores socias.

Padre y madre están sacando adelante una pollada de media docena. Casi nada, mucho mérito el suyo. Hasta el más pequeño, que nos tiene en vilo a todos, va tirando contra pronóstico. La dieta ya os la podéis imaginar: roedores de todos los tamaños, al principio troceados y ahora ya de una pieza. A la hora del almuerzo me recuerdan a Diana, la lagarta malísima de V. Digno de verse.

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