Con el codo

No sé si se distingue bien, pero lo de la foto es un tomate. Que nadie se asuste, no es que me haya dado por hincar los codos ahora, un Gobo opositor tendrá que seguir esperarando una próxima reencarnación. El roto tiene que ver con los holas y adioses impuestos por las circunstancias. Saludos raros en tiempos raros.

Basta echar un vistazo a los libros de historia para tomar conciencia de la genética retorcida con la que venimos de serie, de esa mala baba hispánica tan nuestra que hemos exportado a medio mundo. No obstante, justo es reconocer que cuando no nos estamos matando entre nosotros somos gente cercana, de trato fácil digamos. Y eso es algo que los argentinos parecen haber heredado, lo digo por la cantidad de abrazos virtuales que reparto y recibo en cada jornada. Nada que ver con mi día a día en Inglaterra, por ejemplo.

La cuarentena se ha hecho crónica por aquí y me ha cortado las alas. Mis movimientos se limitan a un radio de cinco cuadras, una vida de barrio que después de tres meses y medio conozco palmo a palmo. Prisionero por accidente, nunca me falta sin embargo un codo y una pequeña conversación con el panadero, el frutero, el dependiente del supermercado que me pregunta por el Real Valladolid o la vecina que siempre sale a barrer a las once de la mañana. Ya lo veis, me muevo poco pero saludo mucho. A los fraggles ibéricos se nos toma cariño enseguida.

Esta entrada fue publicada en Matt "El viajero", Porteño y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.