Los abuelos de Trinidad

Devoción por el dominó es lo que tenían los abuelos de Trinidad. Les podría haber pasado un huracán por encima y no se habrían inmutado. Crucé su calle por la mañana y ahí estaban, y cuando regresé por la tarde ahí seguían. Únicamente se habían tomado la molestia de trasladar sillas y mesa a la acera contraria para no perder la sombra. El sol de Cuba no es para tomárselo a broma.

Calles empedradas y casitas de colores, Trinidad es una ciudad colonial de las bonitas, de lo más lucido a orillas del mar Caribe. Por allí pasé hace ya diez años para conocer un país que se quedó congelado en el tiempo, y con él todos sus habitantes. Así es, Marty McFly no habría necesitado el DeLorean de Doc para viajar a mediados del siglo XX si su destino hubiera sido Cuba.

De las pocas cosas que no he extraviado en los últimos años viajeros ha sido el pasaporte, mi fiel compañero del que os hablaba el otro día. Casi todo lo demás ha ido cayendo en combate: maletas, teléfonos móviles, billeteras, tarjetas de crédito, cámaras… En una de esas últimas estaban las fotografías de los cuatro abuelos de Trinidad dándole a un dominó con bastantes más fichas de las que yo estaba acostumbrado a ver en mi pueblo. Me llamó la atención y estuve con ellos un rato. Siento no poder presentároslos como es debido, perdí las fotos y olvidé sus nombres, pero ellos quizá se acuerden del español preguntón que se dejó caer por Trinidad en la Navidad de 2010. Si pasáis por allí decid que vais de mi parte, estoy seguro de que los encontraréis donde yo los dejé.

Tiempo atrás os confesaba la ojeriza que les tengo a los días iguales. Una fobia que muy probablemente eche raíces en mi larga condena cumplida como oficinista. Y sin embargo los abuelos de Trinidad eran la felicidad personificada, no dejo de pensar en ello últimamente. Vivían cada día exactamente igual que el anterior y no tenían ninguna duda sobre cómo sería el siguiente. En su maratón interminable de dominó y ron todo lo demás era simplemente irrelevante. Innecesario. Obviamente hay algo que se me está escapando, un encanto oculto y fascinante en los días iguales que yo nunca he sido capaz de encontrar. Olvidé preguntarles cuál era el secreto.

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