Saber marcharse

A Usain Bolt le sobraron los mundiales de Londres 2017. Ahora ya lo sabemos todos. Incluido él. Podría haberse retirado en lo más alto un año antes, en Río de Janeiro, como un señor, pero ¿quién puede culparle por ello?

Los comienzos nunca son fáciles, eso nadie lo discute, sin embargo pocas veces se habla de lo extraordinariamente difícil que es acertar con el momento apropiado para decir adiós. Y ese es un trance al que no solo han de enfrentarse los cracks del atletismo o de cualquier otra disciplina, los mediocres también tenemos que pasar el trago de echar la persiana por última vez y colgar el cartel de cerrado por cese de actividad.

Largarse o que te larguen. No sé lo que ocurrirá esta vez pero debo confesaros que mis antecedentes no son precisamente buenos. De bastantes bares me echaron cuando era joven y, siendo ya más talludito, en un par de curros tuvieron que enseñarme dónde estaba la puerta de salida. Salta a la vista que me cuesta horrores saber cuándo estoy de más, se diría que por alguna razón no soy bueno captando indirectas. Os cuento todo esto para que os hagáis una idea de la clase de fulano que tenéis delante y para que sirva de introducción a la siguiente confesión: dejar el poker es un pensamiento que cíclicamente revolotea por mi cabeza, coincidiendo siempre con esos episodios de angustia vital tan fraggelianos que vienen y van. Y mira tú por donde el virus de marras ha traído una de esas crisis debajo del brazo, o del cilio, o del flagelo, o de lo que sea que gaste el bicho.

Hasta la fecha nunca pude retirarme del poker en mi mejor momento porque jamás lo he tenido. Ni tampoco lo voy a tener. Eso ya me quita un enorme peso de encima. La mediocridad, a la que todos miran con desdén, proporciona no obstante numerosas ventajas y una de ellas es la de no admitir instantes estelares sino solamente distintas tonalidades de triste gris. Quiero decir con ello que en realidad no va a marcar ninguna diferencia el momento que elija de aquí en adelante para colgar los guantes. Pero si tuviera que apostar, y conociéndome como me conozco, diría que no seré yo el que elija el momento, será el momento el que me elija a mí. Siento no poder ser más específico.

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