Los pingüinos que me faltaban

Ahí están, son los de la foto. En realidad me quedan muchas especies de pingüinos por conocer, pero quiero decir que estos eran los que me faltaban de entre los que tengo más a mano en Chile. Y aunque chilenos de adopción, como yo, no creáis que llegar hasta ellos ha sido fácil.

Parece ser que los integrantes de esta colonia de pingüino rey vinieron desde las Malvinas, y lo hicieron para quedarse, convirtiéndose así en los únicos de su especie en muchos kilómetros a la redonda. Eso sucedió hace unos diez años y ahí siguen, en Tierra del Fuego, su nuevo hogar. Nadie conoce a ciencia cierta sus razones porque ellos nunca se han pronunciado al respecto, sin embargo los expertos opinan que su inesperado arraigo puede tener que ver con las características de una bahía muy especial, una bahía conectada al estrecho de Magallanes y a la que los ingleses llamaron inútil. Y quizá Useless Bay sea inútil para la navegación pero no lo es para los de la fotografía. Todo lo contrario, las aguas someras de esta bahía al tiempo que evitan las molestias de las embarcaciones cierran el paso a sus depredadores naturales entre los que se encuentran orcas, leones marinos y focas leopardo. Parece ser que estos pingüinos aventureros descubrieron un paraíso.

Llegar hasta aquí no debió ser fácil para los pingüinos y, como os decía al principio de la entrada, tampoco lo ha sido para mí. Ciertamente existen opciones de viaje bastante más cómodas pero yo tenía una cuenta pendiente con el río Baker y eso condicionó el resto de la expedición. En total necesité un par de horas de vuelo de Santiago a Balmaceda y unas cuantas más de carreteras y caminos entre Coyhaique y Cochrane hasta alcanzar la cabecera del Baker; otra jornada siguiendo el río para llegar a su desembocadura en el precioso pueblecito de Caleta Tortel, punto de partida del ferry a Puerto Natales; casi dos días de navegación entre Tortel y Natales por algunos de los paisajes de canales y fiordos más espectaculares del planeta; y unas pocas horas más de coche hasta Punta Arenas, capital de la región de Magallanes y penúltimo obstáculo antes de cruzar el famoso estrecho…

Y hablando de pinguinos, no he olvidado la promesa que hice al comenzar 2019: Cuatro pinguinos van a la Antártida se titulaba la entrada. Pero después de doce meses y más de novecientas mil manos jugadas debo reconocer que la financiación de la aventura antártica está en el aire. No sé si podré darme el capricho porque sinceramente las cosas no han ido tan bien como esperaba. En fin, hoy vuelvo a España y allí lo meditaré. Y de paso me voy aclimatando por si al final me lanzo. Valladolid en Navidad es lo más parecido a la Antártida que conozco.

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