A Las Vegas antes de jubilarme

Aunque es el destino predilecto de muchos gringos añosos, yo a Las Vegas siempre quise ir antes de estar enganchado al Sintrom. No sé, pero me da la impresión de que es una ciudad de la que poco se puede disfrutar si cuando llegas ya estás en las últimas. Y los que nos dedicamos al poker tenemos mucho desgaste, envejecemos muy mal y nos jubilamos muy pronto generalmente… Estoy intentando decir que a mí el tiempo ya se me estaba acabando.

Cuando empecé en esto hace diez años tenía dos ideas en mente. La primera -nada original, por cierto- era hacerme millonario rapidito y vivir la vida loca con los dineros ganados. Pero enseguida me di cuenta de que eso no iba a pasar, ni pronto ni tarde, así que me quedé solamente con un pájaro en la cabeza: ir a Las Vegas antes de jubilarme.

Por si alguno no lo sabe os diré que Las Vegas para los jugadores es algo así como La Meca para los musulmanes, o sea, un destino de peregrinación irrenunciable. Al menos una vez en la vida cualquier tahúr que se precie debe dejarse caer por ahí, por la ciudad más internacional de Nevada, la de las luces de neón y los casinos.

Es un viaje que desde Santiago no puede hacerse del tirón, y de entre todas las opciones posibles yo elegí hacer escala en Texas. Y no, no es que me entusiasme el gusto de esos sureños por freir gente en la silla eléctrica. Mi decisión tiene que ver con pisar la patria chica de unos texanos en particular, mis roqueros favoritos, barbudos antes de que estuviera de moda y autores de la mejor versión sobre el clásico de Elvis. Un temazo ideal para despedir esta entrada y dar el pistoletazo de salida a mi viaje de prejubilado.

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