Clientes satisfechos, empleados jodidos

Se suponía que la entrada anterior era una manera de dar carpetazo a mi etapa como yonqui de los donuts. En muchas ocasiones el dejar las cosas claras por escrito ayuda. No ha sido el caso esta vez. Siento tener que decirlo.

Cuatro días llevaba limpio hasta que ayer recaí. La culpa la tuvo el ticket de compra que encontré en el bolsillo de atrás de los vaqueros, recuerdo de una de mis últimas visitas al Krispy Kreme de Hampton -abierto veinticuatro horas los siete días de la semana, como las farmacias de guardia, para que no nos falte de nada a los adictos al azúcar-. En el ticket de marras podía leerse que la última dosis me había costado tres libras y cincuenta y cinco peniques y, más adelante, que si tenía a bien concederles tres minutos de mi tiempo y rellenar una encuesta de satisfacción me obsequiarían con un reluciente y glaseado donut. Y qué os voy a contar, pues que cuando se está pasando por lo peor del síndrome de abstinencia hay que ser muy macho para decir que no a un chute gratis. Y yo tan macho no soy.

Llevo tantísimo tiempo desconectado del mercado laboral que él y yo somos ahora completos extraños. En mis años de pelo largo recuerdo haberme alineado con planteamientos marxistas, de malos y buenos, de patrones y obreros. Todo muy básico: el capital contra la fuerza de trabajo, un combate desigual pero de frente, sin sutilezas. Ese es el mundillo que yo conocí, sin reformas laborales antipersona y sin ingeniería social chunga.

¿Le sonrió el dependiente al entrar en el establecimiento? ¿Fue amable con usted en todo momento y le informó de las promociones disponibles? ¿Se despidió cortésmente invitándolo a regresar en otra ocasión? Navegar por las preguntas de la encuesta de satisfacción alojada en la web de la azucarada compañía me ha abierto los ojos a un desolador mundo laboral, mucho peor que el que yo viví. Se necesita ser muy miserable para atar así de corto al personal. No contentos con convertir cada local en una especie de Gran Hermano, con cámaras en todos los ángulos posibles, ahora también pretenden que los clientes les metamos el dedo en el ojo a sus adolescentes subordinados -no creo que el mayor de ellos superara los veinte años-.

Por si alguno de esos sufridos muchachos se topa con este blog no quiero dejar pasar la ocasión de invitarle a que se venga con nosotros, con los tahúres. Puede que tengamos una malísima y merecidísima mala fama pero os puedo asegurar que somos unos santos comparados con esa gentuza.

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6 respuestas a Clientes satisfechos, empleados jodidos

  1. Burpees por Tacos dijo:

    Oooooh donuts!!🤤

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