Fai un sol de carallo

Treinta y siete grados. Centígrados. Llevamos unos cuantos días mediterráneos por aquí, y eso a pesar de que el fresquísimo océano Atlántico nos rodea por los cuatro costados. Es el viento del sureste el que nos mata, en esa dirección el continente europeo recalentado está demasiado cerca. Hoy parece que se rozarán los cuarenta en algunos puntos de la isla, un último toque antes de sacar del horno el pastel. Si me hubieran dicho hace unos años que en pleno mes de julio iba a pasar más calor aquí en Peterborough que los sevillanos en Sevilla no lo habría creído.Acabo de regresar del centro y aquello parecía un campo de batalla. Para llegar hasta la biblioteca me tuve que abrir paso entre docenas de ingleses sudorosos y agonizantes. Pobrecicos míos, no están genéticamente dotados para lidiar con estos sofocos. Si el planeta se sigue caldeando no apostaría ni un duro por los de su especie.

Decía que tiempo atrás estos calentones estivales desubicados me habrían sorprendido, y sin embargo ahora simplemente creo que ellos son el efecto y nosotros la causa. Entre todos hemos vuelto loco al clima. «No nieva como nevaba» oía decir a los viejos de mi pueblo cuando yo era un crío. Y pensaba entonces que eran exageraciones de abuelos, pero ya no, ya no desde que escuché por todo el mundo esas mismas palabras en boca de otros abuelos, entre ellos los de la Patagonia argentina y los de Laponia noruega. El consejo de ancianos del planeta no puede estar equivocado.

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2 respuestas a Fai un sol de carallo

  1. Pepe López dijo:

    Yo hice el bachiller en un internado donde nevaba mucho todos los inviernos, estábamos locos porque llegaran esas nevadas, ya sabes: que si los muñecos, las guerras de bolas de nieve etc…
    Eran los años setenta del siglo pasado.
    Muchos años después de dejar el internado un día pasé por allí, era verano y cuando pregunté por las nevadas casi se mean de la risa ¡Aquí no nieva hacen ya 30 años!

    • josigrock dijo:

      Así es. Y aún más llamativo es comprobar como, invierno tras invierno, los glaciares van retrocediendo. En los pocos años que llevo viajando por América del Sur he podido vivir en primera persona ese deshielo imparable. Cada vez es necesario subir más arriba en las montañas o ascender más en latitud para poder pisar un glaciar.

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