Franquiciado

Más de una vez he dejado escrito por aquí que hay que huir de las franquicias como de la peste. Ese invento capitalista del demonio todo lo unifica, vaciando así a la palabra viajar de su significado. Si tu plan es ir saltando de McDonald’s en McDonald’s básicamente te va a dar igual visitar Mogadiscio, en Somalia, que el californiano San Francisco. Eso es lo que pienso y eso es lo que digo cuando me preguntan. Pero una cosa es predicar y otra bien distinta dar trigo.

Oporto era el paraíso para los cafeteros. Yo allí vivía feliz encontrando a cada paso barecitos donde servían excelente café. Sin embargo aquí en Santiago la cosa ha cambiado radicalmente. No es que no existan buenas cafeterías, haberlas haylas, pero es una ciudad tan endemoniadamente grande que se me irían las horas en caminatas. Vaya, que estoy intentando decir que me he echado en brazos de Starbucks. Soy lo peor.

Mentiría si dijera que el café que sirven los señores de Starbucks es malo, en realidad es bastante digno, sin embargo, si hablamos de relación calidad-precio, ahí ya no me tienen tan contento. No sé lo que os parecerá a vosostros pero yo pienso que cobrar dos mil pesos por un expreso que cabría en un dedal se aproxima bastante a un robo. Y es que hasta en eso lo han petado los tíos, porque no solamente han conseguido extenderse por todas partes como las cacas de perro, es que además han sabido imponer unos sobreprecios pagados por todos sin rechistar. Lo están petando. No estoy seguro de cómo se le llama a eso pero fijo que se estudia en las escuelas de negocios. En fin, con lo que te van sableando a lo largo del año al menos tienen el detalle de invitarte a un fresisuis en el mes de tu cumpleaños; en la imagen lo podéis ver, le tiré una foto antes de echármelo al coleto.

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