Las últimas fronteras fueron cayeron una detrás de otra. De eso ya habíamos hablado. Y de mis ganas de haber nacido antes para acompañar a Humboldt en sus descubrimientos también. Tristemente se acabó lo que se daba, y a mediados del siglo pasado el planeta estaba ya visto para sentencia. Los geógrafos que fuimos llegando después quedamos para planificar, ordenar y rollos del estilo; bueno, en realidad eso es lo que se piensa siendo un pipiolo recién licenciado. Después uno acaba cayéndose del guindo, el paso de los años hace desaparecer la ingenuidad y entonces la verdadera planificación y ordenación es revelada, y esa no es otra que la dictada por el dinero. Lamentablemente el territorio no es una excepción milagrosa sino una pieza más -y una de las más importantes, de hecho-, dentro del sistema capitalista. Creo que cualquiera de mis excolegas que lea esto estará de acuerdo conmigo.
Pese a todo, pese a lo trillado que ya está nuestro viejo planeta y pese a la cruel subordinación de la faz del mundo a los intereses del capital, lo más geográfico sigue siendo viajar, tanto para los geógrafos como para los que nunca lo fueron, y también para los que dejamos de serlo. Viajar y conocer así lo que otros ya conocieron. Viajar y soñar con que quizá sea aún reversible el desastre al que nos aboca nuestro irracional modelo de crecimiento.
Vuelvo otra vez a la ataque, mi outfit de aventurero urbano ya está listo en la mochila y el billete de avión dice que vamos a la Araucanía. Shackleton, Amundsen, Livingstone y compañía murieron con la gloria de haber descubierto el mundo a los demás, pero el tiempo de los grandes exploradores pasó y ya es demasiado tarde para emularles. A los aventureros urbanos del XXI, condenados a diñarla sin la fama de los audaces viajeros de los siglos pasados, solamente nos resta dejar un legado de selfies que nos sobreviva por las redes sociales cuando nos hayamos convertido en polvo. Opcionalmente viajar para conocer y morir intentando no dejar ni rastro sigue siendo una alternativa para algunos de esos aventureros, una alternativa ciertamente mucho menos popular que la del postureo post mortem.