Cuando eres padre o te convierten en tío a menudo vuelves a ver programas para peques que en su día tú también disfrutaste y ya tenías casi olvidados. Y entonces descubres como las mejores produccio
nes infantiles tienen contenidos bastante más profundos que en su momento se te escaparon porque iban dirigidos a un público adulto. Esa es, en mi opinión, la clave del éxito de programas como Fraggle Rock, una serie superentretenida para los niños pero que al mismo tiempo encierra interesantes reflexiones sobre cuestiones ambientales, religión, justicia y mucho más, siendo ante todo una aguda crítica social.
Por si alguno anda algo perdido os diré que los seres de colores del fondo de la fotografía son fraggles y los pequeños bichejos con casco y aspecto de topo del primer plano son curris. Los primeros se dedican básicamente a disfrutar la vida y los segundos emplean todo su tiempo en trabajar creando una especie de construcciones dulces de las que se alimentan los fraggles. Son tan pringa’os los pobres curris que no solo no se cuestionan lo injusto del sistema que les explota sino que disfrutan con él, son felices trabajando todo el día para que otros se peguen la vida padre, de hecho, currar como mulas les parece un privilegio. ¿Os suena de algo? No podía estar mejor retratada nuestra sociedad actual.
No tengo nada en contra de los indigna’os y toda esta gente pero creo que es fácil darse cuenta del por qué de lo estéril del intento: legiones de curris humanos serían incapaces de vivir si no tuvieran una bota pisándoles el cuello, la necesitan y por lo tanto jamás moverán un dedo para cambiar el orden establecido. Y todo el mundo sabe que con el enemigo en tus filas es muy difícil llevar a buen puerto cualquier revolución. Así las cosas, y teniendo en cuenta que la mayor parte de los científicos gafotas están de acuerdo en que es harto probable que solo exista una vida, me pareció más interesante probar a vivirla como fraggle antes de irme pa’l otro barrio. Gobo Rock había nacido.
malviviendodelpoker 