Un tercio

Aquí sigo, camino de las 100k manos antes de que termine el mes de marzo. Empecé el 13, al día siguiente de aterrizar en Malta después de acabar las vacaciones, y estoy yendo un poco a matacaballo para tratar de cubrir el expediente. Ya he recorrido un tercio del trayecto y así van las cosas:

Me preguntaba un amigo hace unos días en Pucela por el significado de la línea de EV y el por qué de la diferencia respecto a la de Winnings. El hombre no tiene ni idea de poker -ni falta que le hace- y yo intenté contarle lo mejor que pude todo el rollo ese de la varianza, y las razones para no dar mucho crédito a muestras de datos reducidas, etc, etc. El caso es que no me debí de explicar muy bien porque el colega se fue convencido de que este juego era el trabajo más injusto del mundo.

Y realmente es justo lo contrario. Más allá de que la varianza pueda llegar a hacerse casi insoportable en algunas modalidades, el poker es sin duda uno de los pocos trabajos en los que cada cual tiene exactamente lo que se merece a largo plazo en función de su esfuerzo y dedicación. En este sentido me recuerda mucho a la bici. Cuando era aproximadamente joven me gustaba bastante hacer mis rutillas de varios días con algunos amiguetes. Al principio de cada etapa o en los tramos llanos siempre se rodaba en grupo, pero cuando el camino ascendía comenzaba a dibujarse un rosario de corredores en donde cada uno ocupaba justo el lugar que le correspondía: el más fuerte marchaba delante, el más flojeras -normalmente yo- se quedaba detrás, y entre medias iban los demás.

En los varios trabajos de movedor de papeles que he tenido a lo largo de mi vida este principio de justicia brillaba casi siempre por su ausencia, sustituido generalmente por un mecanismo de selección negativa según el cual los más incapaces acababan accediendo a los puestos de mayor responsabilidad y remuneración. La política española es el paradigma de esta ley no escrita.

Y ya se ha hecho la hora del break. Salgo a tomar un tercio. Salud, jóvenes.