A mí me gustaba el jardín del vecino cuando estaba abandonado, cuando era un criadero de cardos al que iban a cantar todos los pajaricos del barrio. Por allí desfilaban cotorritas argentinas, tórtolas, zorzales, chincoles…, y hasta picaflores podían verse llegando con el frío. Pero el nuevo propietario no parece tener ningún interés por la flora y fauna silvestre, y ha consagrado sus vacaciones de verano a desmantelarlo todo. Maldito el mes de febrero en que llegó.
No me está dando ni un solo día de tregua: cuando no anda radial en mano cortando chapa se dedica a dar martillazos en la valla. He cambiado el trinar de los gorriones por la contaminación acústica del fulano de la camisa a cuadros.
Los de mi calle hemos salido perdiendo en biodiversidad urbana pero a él le va a quedar un patio de revista, las cosas como son. Lo estoy viendo venir, acabará poniendo en medio del césped artificial una fuente de esas barrocas, con angelotes haciendo pis. No desentonaría como colofón.