Soy bueno buscando excusas para no salir a correr, esa es la verdad, suelo encontrar la manera de vaguear y quedarme con la conciencia tranquila. Sin embargo esta vez es diferente, esta vez no he tenido que ir a buscar la excusa, ella ha venido a mí, o mejor dicho, me la han traído las autoridades sanitarias chilenas.
En el pantallazo aparecen en verde las zonas con buena calidad de aire, las menos. A partir de ahí la cosa va subiendo de tono hasta llegar al manchón de color café que se extiende sobre todo el área metropolitana de Santiago. El punto amarillo y blanco, con aspecto de huevo frito, es donde yo vivo; sí, justo ahí, en medio de toda la salsa. Somos los campeones de la contaminación en Chile y competimos a muy buen nivel internacionalmente, de hecho ahora mismo estamos en el Top 10, justo detrás de Delhi. Cuando no son los incendios del verano son las calefacciones del invierno, o el tráfico, o la industria, o lo que sea. Estas son las ciudades que nos ha tocado vivir en el XXI, tan cochinas o más que en el siglo pasado aunque, eso sí, con ciudadanos concienciados a tope desde el punto de vista ambiental. O esto es un querer y no poder, o es un no querer realmente.
Por aquí tenemos un poco de todo: material particulado en suspensión, dióxido de nitrógeno y de azufre, monóxido de carbono, ozono y un largo etcétera de sustancias chungas. Es verdad que el veneno está en la dosis, pero es que aquí las dosis son muy altas y basta abrir la ventana y respirar para darse cuenta. Ante esta situación las autoridades sanitarias recomiendan evitar la actividad física al aire libre, ahora bien, sobre quedarse en casa bebiendo cerveza no han puesto ninguna objeción que yo sepa.