He escuchado cantar goles en muchos países del mundo, pero ningún hincha por mí conocido se aproxima siquiera al nivel de decibelios alcanzado en Argentina. Hasta los perros ladran, no sé si es porque les asusta el griterío o porque también sienten los colores.
En la sociedad argentina el fútbol ha permeado de tal manera que nada escapa, y eso incluye desde las más altas instancias políticas hasta los dónuts de las pastelerías. Nadie se acuerda ahora de la dañina inflación galopante o de la deuda exterior, y de ello tiene la culpa una cortina de olvido similar a la que inunda España cada cuatro años. Es un fenómeno de amnesia transitoria colectiva que ya conocía, lo que me ha sorprendido aquí es su intensidad.
Tomad estas impresiones como la crónica rápida de un extranjero en la fase de grupos de un mundial de fútbol, simplemente como una primera toma de contacto, porque estoy seguro de que si a Argentina se le ocurriera llegar a la final y ganarla todo esto que os he contado se quedaría muy corto.