Los escudos de las banderas del mundo tienden a estar poblados de aves vistosas, tipo quetzal; o de rapaces imponentes, y aquí las águilas son las reinas. En la primera categoría entran los países que ante todo quieren fardar del privilegio tropical de las plumas de colores; en la segunda yo diría que se encuadran los más belicosos, llegando incluso al tufillo imperialista de algunos como Estados Unidos o Rusia.
Esta semana he descubierto que, hace casi un siglo, Argentina apostó en cambio por un pajarito mucho más humilde. Con buen criterio yo creo, los argentinos debieron pensar que no todo en la vida ha de ser presumir y conquistar por las armas. Punto a favor para ellos.
Está representado en los billetes de mil pesos, y en carne y hueso se encuentran por todas partes porque parecen haber hecho buenas migas con el hombre. Los de la foto son marido y mujer y crían muy cerca de mi casa, en un nido que es tal cual un horno de barro. De ahí les viene el nombre de horneros.