Habitaciones con vistas

Me he hospedado justo enfrente del Convento de Santa Catalina de Siena, en lo mejorcito de Arequipa; de Río de Janeiro os puedo contar que estuve en primera línea de su playa más molona, la de Copacabana; y he vuelto hace cuatro días de un hostal a las puertas de la Piazza del Duomo, en el corazón de Florencia. Precisamente de ese último viaje es la fotografía que acompaña a esta entrada, una foto calcada a todas las demás tomadas por mí desde ventanas de hotel.

El vagabundeo me ha convertido en un experto en patios interiores. A estas alturas soy ya toda una autoridad en cacharros de aire acondicionado, cacas de paloma, ropa tendida y caída al suelo, bajantes de PVC, humedades y cosas así. Adquirir ese conocimiento barriobajero no era algo que yo pretendiese, obviamente, pero los presupuestos cortos y las habitaciones con vistas al lado equivocado siempre van de la mano. Ahora ya lo sé, lo sé de sobra después de tantos años.

Debe ser por eso que me enveneno cuando escucho a alguien hablar mal del dinero. Habría que lavar la boca con jabón a todos esos que van por ahí diciendo que los euros no dan la felicidad. ¿Pero qué tienen en la cabeza? ¿Creen acaso que es preferible la miseria? ¿Piensan que es peor una joya arquitectónica de Brunelleschi que un canalón mugroso al otro lado del cristal?

No tener dinero solo trae incomodidades y tenerlo es maravilloso. Yo nunca lo he tenido pero estoy seguro de ello, porque una cosa es ser pobre y otra es ser tonto. Si no lo escribo reviento.

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