Las cuentas de la frutera

Una vez puede ser un error y dos veces quizá sean dos errores. Tres veces seguidas ya entra en la categoría de reincidencia, es un modus operandi a la hora de dar el cambio, a su favor, obviamente. Mandarinas y pimientos por las nubes. Soy consciente de estar prejuzgando, pero es que no tengo tiempo de instruir un sumario como Dios manda a la frutera de mi barrio. Además tampoco merecería la pena celebrar un juicio en condiciones por tan poca cosa. Vais a tener que confiar en mi olfato, que es muy bueno, modestia aparte. Debéis saber que los jugadores de poker poseemos un sexto sentido desarrolladísimo para detectar cebras cojas, víctimas potenciales, exactamente el mismo sentido que nos avisa cuando las presas somos nosotros.

Y ahí quería llegar, porque no es que me importe que intenten tangarme céntimos una y otra vez, pobre voy a seguir siendo igual, lo que me duele es estar en el grupo de los considerados tolais por la frutera. Sería suicida por su parte sisar indiscriminadamente a toda la clientela, así acabarían pillándola más pronto que tarde, por eso estoy convencido de que la fulana escoge bien a sus víctimas y se centra en puretas de vista cansada, incapaces ya de distinguir unas monedas de otras, y con la cabeza lo bastante espesa como para no reaccionar a tiempo ante el tique de compra, es decir, lentos de entendederas. No sabéis lo que me revienta haber sido incluido en tan selecta compañía.

Y qué le voy a hacer, supongo que es ley de vida, después de haber disfrutado de la caza con la escopeta al hombro ahora soy yo la pieza. El cazador cazado. Puto karma.