En la provincia de Castellón ya me fijé en ellos. Y por lo que llevo visto de los barrios más castizos de la ciudad de Valencia, juraría que el toldo verde es el denominador común en estas tierras, mucho más que los arroces o los mercadonas. En Alicante todavía no he estado pero no me cuesta nada imaginarlos.
De este a oeste el sol va perdiendo fuerza en la península ibérica. Lo mediterráneo y lo más íbero se desvanecen hacia el océano Atlántico, y las nubes celtas terminan por ganar la partida. Contra la niebla perpetua los toldos sirven de muy poco -os lo dice uno de Valladolid-, sin embargo en Levante el sol pega con alegría incluso en diciembre, de ahí lo de los toldos supongo yo. Tiene todo el sentido del mundo, pero ¿por qué verdes? Es un color con tanta personalidad que destaca en la fachada sobre todo lo demás, da igual que el edificio sea una joya modernista o una completa ruina: solo verás sus toldos verdes.
Me dijeron que en Benidorm, meca del turismo del Imserso y del toldo verde al mismo tiempo, podría encontrar pistas sobre el origen de esta fiebre toldoverdista. Prometo pasar por allí antes de salir otra vez de España. Tengo que sacarme esta duda de encima como sea.