La primera que descubrí fue La Chascona, en el santiaguino barrio de Bellavista. Después visité La Sebastiana, en Valparaíso, y ayer le tocó el turno a la casa de Isla Negra. Algo había leído del Nobel chileno antes de venir a dar a su país, pero de cómo vivió su vida no sabía nada. Ahora ya lo conozco un poco mejor.
El océano Pacífico se salía del mapa. No había dónde ponerlo. Era tan grande, desordenado y azul que no cabía en ninguna parte. Por eso lo dejaron frente a mi ventana.