En el descanso de esta mañana me he llegado hasta el museo Serralves. El arte contemporáneo y yo no hacemos buenas migas pero como resulta que los domingos es de gratis y además no pilla lejos de casa, pues decidí darme un rulo por allí para estirar las piernas y de paso coger un poco de barniz cultural. Ya había estado en agosto pero iba tan justo de tiempo que casi no tuve tiempo de ver nada, hoy en cambio la visita ha dado más de sí. Aquí os dejo unas fotos.
Cuando uno se acerca a un sitio de estos es importante guardar cierta estética. Las gafas de pasta y la americana de pana raída con coderas son imprescindibles. El look progre de pelo largo y barba de cuatro días también suma puntos. Así que a mí me calaron en seguida: «vaya, aquí llega otro paleto»; la señorita de recepción no lo dijo en voz alta pero lo pensó tan fuerte tan fuerte que pudo escucharse en todo el museo.
Al encarar un montón de chatarra de cuatro toneladas como el de la fotografía hay que evitar poner cara de tonto como la que seguramente puse yo. Lo suyo es sujetarse un codo con una mano y en la otra apoyar la barbilla en actitud pensativa: ¿qué nos estará queriendo transmitir el autor? Ese es el espíritu.