Esta mañana nada más pisar la calle me ha acertado una gaviota de pleno. No había dado ni veinte pasos cuando ¡zas!, en toda la chepa. Tuvo mucho mérito el pajarraco porque yo salía de casa bastante deprisa y aun así se las apañó para hacer blanco. Ayer os decía que por aquí abundan dos especies de gaviota: Chroicocephalus ridibundus y Larus michahellis; así, en latín, para que se vea que los jugadores de poker somos gente leída y no tahúres degenerados como nos pintan por ahí. Bueno, pues fue la segunda, la más grande. Por si lo está leyendo alguien de tierra adentro que se imagine una gallina voladora (casi casi son del mismo tamaño). Cuento todo esto para que os hagáis una idea del calibre del proyectil.
Y ahí pensé que comenzaba otro día de poker glorioso. Todavía no se me ha olvidado aquel beautiful day donde todo fue yendo de mal en peor. Pero no, va a ser cierto que estas cosas dan suerte.